Ahora que la crisis parece remitir por momentos, son muchas las personas que se animan a dar uno de los pasos más importantes de su vida, comprar una vivienda. En este punto, una gran parte de ellos se decantan por adquirir una vivienda nueva pese a ser conscientes de que podrían tardar años en poder vivir en ella.

Es en ese momento cuando el potencial comprador se debate entre comprar la casa de sus sueños a una cooperativa o hacerlo a una promotora. Las noticias y escándalos que han inundado los principales medios de comunicación en los últimos años hacen que muchos compradores tengan dudas en torno a la opción cooperativista y de dar todos sus ahorros a una promoción por miedo a perder el dinero si algo no sale como ellos esperan.

En la actualidad a la hora de adquirir una vivienda nueva las fórmulas más comunes son las de acudir a una promotora o apuntarse a una cooperativa de viviendas. Dos opciones muy extendidas y divergentes entre sí. De ahí, que los expertos en el sector recomienden antes de dar pasos en falso asesorarse muy bien de la viabilidad de la fórmula que finalmente se elija.

¿En manos de quién?

Es recomendable examinar el pasado de la cooperativa y de la promotora para cerciorarnos de la experiencia y proyectos que atesora. En este punto, el comprador podrá quedarse más tranquilo si descubre que la promotora a la que va a dejar sus ahorros es una promotora conocida en la ciudad que no ha tenido problemas con ninguno de sus clientes, que hacerlo a una promotora desconocida y con dudosa reputación. Los más desconfiados pueden comprobar en manos de quién van a depositar sus ahorros en el registro mercantil.

En España han proliferado en los últimos años las gestoras cooperativas, algunas de ellas dejaron de existir antes de la entrega de llaves. Su gran ventaja es que permiten acceder a la futura casa “a precios más bajos” puesto que se construyen a precio de coste y no hay margen para el promotor. Por contra, existe un margen para la gestora de cooperativas que en el menor de los casos ronda el 10 por ciento.

Lo menos atractivo de esta elección es que el precio no suele cerrarse hasta la entrega de las llaves por lo que un fallo o la demora en el tiempo puede traducirse en un fuerte disgusto económico. Asimismo, será necesario realizar un importante desembolso económico puesto que el comprador es quien asume la compra del suelo donde se levantarán las viviendas.

Por contra, en las promociones no existe variación en el precio final. Si se alarga la entrega de llaves o el tiempo de construcción el coste lo asume el promotor y no el comprador, como sucede en la compra a una cooperativa. Asimismo, todos los valores de la casa quedan definidos en un contrato de compraventa que minimiza los riesgos y es un documento garantista en caso de posibles errores en la construcción.

Una de las diferencias principales radica en que las promotoras nunca reciben cantidades anticipadas hasta que no se cuenta con la oportuna licencia de obra. El promotor no inicia la venta hasta que no disponga de la licencia pertinente, lo cual es otra de las garantías de compra.

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